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María José Pou

iPou 3.0

Vencer al cáncer

Hoy no es buen día para escribir sobre el anuncio del cáncer que padece Esperanza Aguirre. Y no lo es porque coincide con la despedida a un compañero, Bartolomé Serra, gerente y puntal esencial del CEU, víctima de la misma enfermedad.

El conocimiento de ambas noticias me ofrece hoy el sabor agridulce de la derrota solo parcial del enemigo. Un enemigo que parece protagonista de una batalla lejana cuando se trata de un personaje famoso sin trato personal y, en cambio, se aproxima amenazante cuando quien lo sufre pertenece al entorno. Un entorno, en mi caso, compartido desde que comencé a estudiar la carrera.

La batalla contra el cáncer (me niego a hablar de «una larga enfermedad») nos hace sentir vulnerables y expuestos. Por mucho que las campañas institucionales nos ofrezcan el testimonio de famosos que la han ganado, cada triunfo suyo nos devuelve una figura empequeñecida del ser humano incapaz de acabar con ella.

Sin embargo, esa imagen tiene la duplicidad de las grandes ocasiones. En ella, aparece lo más débil pero también lo más grandioso: la lucha de una persona y de una familia por superar el más duro trance al que puede exponerse.

La experiencia no puede ser más desgarradora y no por temido el desenlace, más soportable para quien lo padece. Por eso los amigos y compañeros deben procurar que quien queda no viva, además, con la sensación de haber perdido. Ninguna vida se pierde, ni cuando acaba, si se ha creado alrededor una red de afecto.

Esa es la lección más importante de la batalla, aunque nos creamos vencidos. Eso es lo que echo de menos en las campañas institucionales. No hay que sacar solo a quienes han ganado a la enfermedad sino a quienes han vencido a la desesperanza y a la tentación de odiar al mundo que sigue viviendo mientras uno se apaga. Eso es lo que deseo para la familia de Bartolomé y para todas. Que se sientan siempre vencedores, aunque lloren a sus caídos.

Temas

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.