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María José Pou

iPou 3.0

El maltratador de Trípoli

La diatriba de Gadafi contra los manifestantes me ha recordado el discurso habitual de los maltratadores: «yo moriré pero me la llevaré por delante». Y la mata para suicidarse después.

También el dictador libio ha defendido ese planteamiento al proclamarse líder de la revolución y otorgarse la cualidad de padre de la patria diciendo que él había traído la gloria a los libios. Pero lo peor es que anuncie que va a morir allí como un mártir.

Si quiere inmolarse, que lo haga pero que no se lleve por delante a su pueblo. Eso mismo hacen los asesinos machistas cuando matan y luego se suicidan. Gadafi, en el fondo, es un maltratador de su patria y antes prefiere verla destrozada que libre y feliz del brazo de otro.

Yo no me he visto nunca en esa tesitura gubernamental, esto es, con un dirigente que se considere tan importante que prefiera hundir a su país antes que ceder el poder a otro. ¿O si me he visto? Por un momento, me ha sonado a conocido.

Un dictador, en realidad, es un maltratador de patrias: menosprecia a su gente, pretende que todo se le deba, impone su santa voluntad a fuerza de golpes y humillaciones y es incapaz de aceptar que su compañera haya dejado de quererle. No soporta dejar de ser dios para ella.

No la quiere libre, autónoma, independiente sino sumisa, sometida y bajo el yugo de su capricho. No tener la cena hecha es suficiente para una paliza y una palabra discrepante requiere, a su parecer, de una bofetada correctora. Del mismo modo un dictador como Gadafi reacciona tiroteando a los manifestantes. Es una desproporción que no tiene reparación.

Por eso resulta más sangrante aún la pasividad occidental ante esos comportamientos y más en gobiernos que presumen de luchar contra la violencia machista. Lo de Gadafi no es machismo pero en él se activan los mismos razonamientos de desprecio a quien cree inferior. Algo inadmisible en unas relaciones internacionales sanas.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.