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María José Pou

iPou 3.0

El 23-F como coartada

El Parlamento en el lugar de la palabra. No por haberlo escuchado muchas veces resulta menos oportuno recordarlo.

Es la prueba de que los seres humanos podemos dirimir las diferencias hablando y no disparando tiros. Sé que sonará utópico porque la realidad parlamentaria es otra muy distinta pero en cuanto vislumbramos una posibilidad de cambiar las Cortes por los tanques cruzando el Turia o los aviones bombardeando una manifestación pacífica en el centro de Trípoli, recuperamos la confianza en la democracia. Aun con todas sus imperfecciones.

No es pura, pero es mejor que la más perfecta organización dictatorial. Es el menos malo de los regímenes, nos recordaba Churchill, refiriéndose a ella. En efecto. Por eso resulta tan impropia la razón que ayer dio Zapatero para no contestar a Rajoy.

Alegó que era 23-F. La respuesta de Rajoy debía haber sido, muy a la gallega como a él le gusta: «¿y?». ¿Y qué, señor presidente?, diría yo.

Precisamente porque es 23-F hay que hablar. Preguntar y responder. Es el mejor homenaje a lo que sucedió. Controlar al gobierno, pedir explicaciones y esperar que se den, reprochar a la oposición por la sencilla razón de que existe una oposición, discutir con los otros grupos porque en efecto hay otros grupos. Eso es democracia.

Es lo que se defendió hace 30 años. Eso pudo saltar por los aires en 1981. Que los españoles, cualquiera que sea su punto de vista, puedan decir algo en el Parlamento. Que no hablen los tiros ni los cañones. Que se llegue a acuerdos, aunque sean incompletos, que se discuta, que se manifiesten las diferencias. Que éstas enriquezcan el debate. Que solo mande callar y sentarse el presidente del Congreso para que pueda proseguir la discusión.

Ayer ZP se equivocó. Ayer, más que nunca, debía haber debatido con la oposición. Para honrar a quienes defendieron, incluso poniendo en riesgo su vida, que hoy podamos seguir haciéndolo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.