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María José Pou

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Valencia, not pet friendly

Valencia no es una ciudad “pet-friendly”. Al menos, en Fallas.

“Pet-friendly” es una expresión inglesa que se empezó a utilizar para referirse a hoteles que permiten el alojamiento de mascotas junto a sus dueños. Por extensión, una ciudad “pet-friendly” es aquella en la que la vida es fácil para las mascotas.

No me refiero solo a que tengan un pipi-can o que las papeleras tengan dispensador de bolsas para recoger sus excrementos. Eso son equipamientos pensados para que los perros no molesten a los demás ciudadanos o mejor dicho que los demás ciudadanos no se vean afectados por la afición de algunos a tener perro.

Es razonable, aunque no suele ser problema del perro sino del dueño, incapaz de salir a pasear con una bolsa de plástico y un pañuelo de papel con los que recoger lo que su perro hace.

Cuando hablamos de una ciudad “pet-friendly” vamos más allá del pipi-can pues de lo que se trata es de integrar la vida de todos en el mismo espacio.

Para esa integración es necesaria, sin duda, la campaña que intenta concienciar sobre la obligación de los dueños de recoger los residuos de su perro, pero no hay medidas que procuren convertir el espacio en habitable para los animales en Fallas.

Ya sé que tampoco lo es para muchos de la especie humana pero ellos aún pueden ser conscientes de que solo son unos días y estamos en fiestas, o al menos pueden renegar de ello. Sin embargo los animales sufren el estruendo de un petardo incontrolado cada vez que salen a la calle e incluso dentro de casa.

Entiendo que no se les puede aislar por completo pero parece razonable exigir a la policía local el estricto cumplimiento de la norma que obliga a tirar petardos solo en zonas habilitadas.

Con eso y dejando un espacio “libre de petardos”, como puede ser una zona ajardinada del estilo del cauce del Turia, los dueños sabríamos dónde ir para evitar el infierno que Valencia es en Fallas para las mascotas.

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animales

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.