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María José Pou

iPou 3.0

Albufera nuestra

Resulta paradójica la celebración del centenario de la Albufera bajo el lema “Cent anys nostra”. No es que me parezca mal pero es incómodo cuando se pone en relación a los intentos por declararla Patrimonio de la Biosfera.

Entiendo que no hay contradicción en ambos intereses, en aquel que busca celebrar con entusiasmo la compra a la Corona del lago-emblema de Valencia y aquel que quiere conseguir que todos reconozcan su condición de espacio natural inigualable.

Sin embargo lo que rechina, aun siendo cierto, es el posesivo “nuestra”. Es cierto que lo es desde hace 100 años pero lo interesante no es que sea “de los valencianos” sino que sea pública, que no sea un coto privado de determinados personajes del que solo ellos puedan beneficiarse.

Eso significa haber puesto el acento más que en el “nuestra” en el “de todos”. Yo lo hubiera preferido porque siendo de todos tiene mucho más sentido compartirlo con la humanidad entera. De hecho creo que cualquier espacio natural como es ése debe ser, necesariamente, considerado patrimonio del mundo puesto que lo es.

Una de las grandes revoluciones de la globalización es la conciencia global, la capacidad de entender que somos una sola humanidad y no grupos humanos aislados, separados por fronteras y enemistados por intereses ocultos. Aunque estamos lejos de conseguir que esa conciencia se instale en la vida pública, en las relaciones internacionales y en las iniciativas políticas de cualquier tipo, hay que reconocer que se ha avanzado muchísimo en ese terreno durante los últimos años.

Por eso la defensa de la Albufera como Patrimonio de la Biosfera debe asentarse en esa conciencia de que las riquezas naturales no son de un territorio aunque puedan gestionarlas, sino de todos. Suena iluso pero con los espacios naturales, como se planteó en su día con la Antártida, debería exigirse un cuidado especial, lejos de intereses particulares.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.