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María José Pou

iPou 3.0

La huelga menos razonable

No deja de ser paradójico que los sindicatos vayan a la huelga por defender a quienes tienen trabajo fijo. Que me disculpen los funcionarios. Sé que es duro enfrentarse, de golpe, a un cambio en las condiciones de trabajo y en la remuneración, pero ellos saben que no perderán un sueldo mensual, aunque sea menor, y esa convicción cambia la vida radicalmente.

Durante los últimos dos años, miles de españoles han perdido su empleo sin que las empresas dieran opción a los trabajadores. Yo hubiera querido verla en la mía: rebajar el sueldo a todos un 5% o tirar a la gente a la calle. Lo tendría clarísimo.

En esas circunstancias y ante miles de EREs, los sindicatos no han arengado a las masas para asaltar las Tullerías. Lo van a hacer ahora porque les rebajan el sueldo a quienes nunca dejarán de percibirlo.

En estos meses, miles de negocios han tenido que cerrar y los autónomos se han visto con el agua al cuello sin poder afrontar las deudas y sin posibilidad, siquiera, de una prestación por desempleo. Sin embargo, los sindicatos han apelado a la responsabilidad.

Ellos siempre hablan de la merma de derechos sociales pero la principal merma es vivir de un subsidio y no de un sueldo ganado dignamente. Es como reclamar la muerte digna mientras el problema de base es la incapacidad del sistema por garantizar una vida digna en cualesquiera condiciones, incluso, siendo tetrapléjico.

Con los sindicatos es lo mismo. El subsidio por desempleo es una forma encubierta de caridad por parte de la Administración. Con ella se intenta paliar la situación de una persona, es decir, auxiliarle provisionalmente mientras encuentra trabajo. Si eso se prolonga, la persona queda a merced de las ayudas lo que le convierte en un “dependiente” del Estado y además merma su autoestima, su proyección de futuro y su esperanza. Eso por no hablar de algo que ya han advertido las autoridades internacionales: en ocasiones, puede frenar su iniciativa para buscar empleo.

El principal derecho social es el derecho al trabajo, algo negado a más de cuatro millones de conciudadanos. Yo, por esto, sí protesto.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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