Por un segundo, me pregunté ayer qué hubiera pasado si grupos contrarios al reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo hubieran aplaudido, coreado y acompañado al juez Calamita en el juicio que le condenó por dilatar a sabiendas la adopción de una niña por parte de dos mujeres homosexuales.
Solo lo hice durante un segundo porque los casos no son comparables pero es necesario reflexionar sobre los modos de imponer un pensamiento “correcto” frente al incorrecto. Quién decide lo que pertenece a uno o a otro no está claro pero que existe es difícilmente discutible.
Correcto es mirar hoy a Garzón como víctima de un complot. No niego que exista una curiosa coincidencia de denuncias por casos diversos que tienen en común la instrucción del juez. Hasta ahí acepto la hipótesis de confabulación pero más allá de eso, me cuesta asumirlo desde la pura razón.
La lógica me dice que quizás acusar al juez es un intento por desacreditarle y sacarle de la carrera judicial. Pero, si todo fuera eso, si no hubiera materia para aceptar como válidas las justificaciones de la denuncia, el Supremo la hubiera rechazado. Del mismo modo, si apartar provisionalmente al juez de su puesto en la Audiencia Nacional fuera una extralimitación de las medidas cautelares, el Poder Judicial no le hubiera suspendido y menos, por unanimidad.
Eso nos hace pensar que las normas que nos rigen y que –conviene recordarlo- nos hemos dado a nosotros mismos para regularnos tratando a todos por igual, llevan a la decisión que ayer tomó el CGPJ. Significa, pues, que, de no haberlo hecho, su actuación podría haber sido incluso injusta toda vez que el criterio se ha aplicado a otros jueces en la misma situación.
A todo ello hay que añadir la superación –podríamos decir que, también, cautelar- de la diferencia entre magistrados “conservadores” y “progresistas”. Es curioso cómo en el caso Garzón no se apela a esa circunstancia que sí es relevante para otros momentos. ¿Por qué? Porque cuesta aceptar que lo sucedido no es fruto de una inquina ideológica. Por eso se desvía la atención hacia Falange. Para seguir manteniendo el argumento.