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María José Pou

iPou 3.0

Llevar correa

Cada vez que paseo a mis perros, pienso que soy yo, y no ellos, quien lleva la correa más corta. La culpa es del móvil.

Con el teléfono en el bolsillo, me da la sensación de que ellos van más sueltos que yo. Ellos, al menos, solo están localizables sabiendo por dónde ando yo pero, con los móviles, el ser humano está más atado que antes.

Si ya había desarrollado algo de tirria a los teléfonos móviles en los últimos años, me faltaba por saber lo del iPhone para terminar de aborrecerlos.

Al parecer el iPhone guarda memoria de los lugares que hemos visitado. Ya sé que algunos son tan insensatos que lo van narrando en Internet. Es algo inexplicable para mí que me incomoda solo el hecho de poder ser localizada en cualquier momento, en cualquier lugar y haciendo cualquier cosa.

Reconozco que quien es celoso de su intimidad, encuentra un espanto el afán exhibicionista de decir «estoy comiendo en el restaurante x», «estoy comprando en el supermercado y» o «estoy ligando en el pub z». Eso por no decir -que a algunos les falta el canto de un duro- estoy haciendo uso de un inodoro Roca.

Al paso que van los móviles, van a dejar sin trabajo a los detectives. Ellos solos hacen seguimiento, lo recopilan, lo fotografían y hasta lo envían por Bluetooth.

Cuando encima me entero de que hay una aplicación (oh, perdón, una ‘app.’, qué torpe) que usa la localización para intentar ligar con otros descerebrados de la ‘contornà’, me quedo ojiplática.

La cosa es saber quién está tan desesperado como tú y consolarse mutuamente. Eso antes se hacía a las cinco de la mañana en un ‘after’. Ahora, en cambio, se evitan los preliminares y, sobre todo, los malentendidos gracias al soporte tecnológico.

Supongo que habrá quien esté encantado con el invento pero a mí me añade razones para hacerme cada día más fan de la tecla ‘off’. Es un ejercicio de libertad. Como andar sin correa. Un lujo reservado a los perros.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


abril 2011
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