El daño que puede hacer Osama Bin Laden ya está hecho. Otra cosa es el bien que produzca su muerte para los intereses puestos en juego, tanto en Occidente como en las democracias que se gestan en el mundo árabe.

Bin Laden ya ha hecho todo el mal que podía hacer porque lo que inició sigue su curso y seguirá sin él o, lo que es peor, con un sucesor más sanguinario que él. Por eso su muerte tiene más poder por lo que significa o por lo que pueda rentabilizarse que por sí misma.

Y nuevamente, como ocurrió con Sadam Husein, los Estados Unidos focalizaron sus iras eternas en un personaje y lo derrotaron. No digo que no lo merezca pero me pregunto por qué la Justicia sirve para todos menos para los enemigos de Washington. Resulta sonrojante que el Nobel de la Paz anuncie el éxito de la caza del hombre que acaba con su ajusticiamiento. Aunque sea un asesino sanguinario.

Aquel que ganó las elecciones prometiendo cerrar Guantánamo, será reelegido con la muerte de Bin Laden sin que los detalles permitan asegurar que fue necesaria.

Y no consigo aceptar como válida la tesis de que era el malo malísimo. Aunque lo fuera. Si justificamos que en un grado superlativo de maldad, un hombre puede ser condenado y ejecutado sin juicio y a eso le llamamos «hacer justicia», nada impide que lo apliquemos a otro.

¿Quién decide quién es malo, malote o malo malísimo? Si no son los jueces sino los gobiernos los que diferencian entre el asesino en serie que se carga a 8 personas, el terrorista de poca monta que mata a 20 y el terrorista deluxe que merece morir por organizar una matanza de 3000 ¿qué garantías tenemos de que la elección es justa?

Lo obsceno no es la muerte de Bin Laden sino su consideración de acto de justicia por parte de Osama. Si se confunden ‘justicia’ y ‘venganza’, los Estados Unidos no estarán importando la democracia, como presumen de hacer por todo el mundo, sino el western.