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María José Pou

iPou 3.0

El coste de los muertos

Ayer mi madre me enseñó una carta que había llegado a su casa. Era de la Consellería de Economía y Hacienda. Al principio me asusté. ¿Qué querrán éstos?, pensé. Nada bueno. Cartas así solo son malos augurios o propaganda.

Cuando la abrí no encontré nada extraño. Era una de esas cartas con las que el Consell presume de deducciones autonómicas. Es decir, de ésas a las que nunca hago caso. Como los folletos publicitarios de chollos increíbles. Una filfa.

Le pregunté qué tenía de interesante la carta. Y me dijo: “el destinatario”. En efecto, era una carta para mi padre que murió hace 26 años.

Me enfadé. No por el error, sino por pensar en cuánto nos cuesta el error. Sobre todo en estos tiempos.

Cuánto cuesta imprimir folletos para nada. Ni siquiera son necesarios para los vivos pero desde luego mucho menos para los muertos. Cuánto cuesta enviar cartas a nadie. Tampoco a los vivos, que las tiramos a la basura tal como llegan, pero menos a los muertos que ni las reciben. Cuánto cuesta un envío masivo de cartas sin contrastar. Cuánto nos cuesta la falta de actualización de los ficheros autonómicos. 26 años son muchos años como para no haber renovado las bases de datos. Yo creo que, entonces, aún las tendrían en fichas de cartón si me apuran.

Pero además hay una duda añadida respecto al uso de esos datos ¿Para qué más se tira de listados antiguos, antiquísimos? No quiero pensar que sirven para engrosar determinadas cifras, realidades o subvenciones. Prefiero dejarlo todo en un triste error. Caro, para el contribuyente, pero mero error.

Lo dicho no hace ni una sola referencia al daño moral que puede sufrir alguien que recibe en casa una carta para el ausente. Es algo doloroso pero inevitable en los primeros meses, incluso en los primeros años. Lo que ya no se justifica es casi tres décadas después.

Además, si un archivo parece más actualizado que ninguno es el relacionado con Hacienda. Si estás, pagas. Si no pagas, te investigan. Y si te investigan y ya no estás en este mundo, no pagas. Ni recibes cartas.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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