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María José Pou

iPou 3.0

Los siervos y el 15M

Cuando veo las manifestaciones de estos meses, y sobre todo la de ayer, me viene a la cabeza el sistema feudal. Por un momento, cierro los ojos mientras me mecen los coros que acompasan nuestros pasos por la calle y me traslado a la Edad Media. En versión libre, quiero decir.

Imagino que los siervos de la gleba hubieran podido convocarse por Twitter -aunque fuera a base de correos a caballo- y que se hubieran plantado al otro lado del foso del castillo para oponerse a la tiranía del señor feudal. Por cientos. Por miles.

Allí hubieran gritado, como los ‘indignados’, consignas que dejaran claro que ellos no iban a pagar esa crisis. En este caso tendrían que espetarle al señor del castillo «tus guerras te las pagas tú», de puro hartazgo. No habría comisiones anti-desahucios pero sí grupos que se opusieran a que llegaran sus soldados dispuestos a confiscar sacos de trigo, gallinas o pollinos con tal de cobrarse el diezmo exigido.

Ya sé que es historia ficción pero es tan parecida la sensación de esclavitud y de estar trabajando para engordar al amo que no puedo por menos que solidarizarme con los siervos de entonces. Solidaridad retrospectiva, sin duda, pero empatía en definitiva con personas como nosotros. Ellos, simplemente, nacieron en el momento inadecuado. O no. No lo sé.

Lo que sí tengo claro es que el mundo ha avanzado desde que se abolieron la esclavitud, la servidumbre, el feudalismo y la resignación de los tiempos oscuros. Diría más: desde que los ciudadanos tomamos conciencia de que unos trabajamos y otros viven de nuestro trabajo. No fue entonces. Fue mucho más tarde. Pero sigue vigente.

Y ayer en toda España y en otras capitales de mundo los ‘siervos de la gleba’ de hoy salimos a decirlo. «Por mí y por todos mis compañeros», que dicen los críos jugando. Por nosotros, por los que fueron pisoteados hace diez siglos y por los que vendrán. Que nunca más haya servidumbres.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.