A mí me gustaba lo de P. (léase ‘pe punto’). De Alfredo, quiero decir. Durante unos días hemos estado catándolo por globo sonda lanzado a ver si funcionaba, pero al parecer ha fracasado. Ahora ya no es ni Alfredo ni pe punto. Vuelve a ser el de siempre, Rubalcaba.
Y me gustaba porque todos los P. que he conocido me han resultado cuanto menos sorprendentes, enigmáticos o evanescentes. Es más, a veces dudo si firmar como lo hago o dejarlo en Mª José P.
Solo encuentro un problema con el ‘pe punto’ y es que me recuerda demasiado a la película ‘El milagro de P. Tinto’, protagonizada por el gran Luis Ciges. De acuerdo en que es divertida, ocurrente, distinta y llena de ilusión, como se requiere para unas elecciones, pero está tan alejada de la realidad del PSOE (¿tanto?) que no sirve como referencia porque distrae de lo esencial. Así, algún votante puede acabar pensando que Rubalcaba es el dueño de la fábrica de obleas. Y, ¡María Santísima!, nada más lejos.
El caso es que lo de ‘pe punto’ estaba bien para cambiar. No creo que un juego de palabras haga cambiar su imagen pero valía la pena intentarlo. Ya sé que no era como ZP. Aquello fue un acierto pero porque estaba basado sobre la nada. (Ahora sabemos cuán literalmente estaba sobre la nada). Me refiero a que no había una imagen previa de Zapatero que distorsionara la que nos vendieron con la ceja y el ZP.
En cambio Rubalcaba lo tiene más complicado. Yo lo veo en el cartel que han presentado con la foto, las letras en rojo y el corchete intentando destacar su faceta docente y me entran sudores fríos. No me extraña que el primer verbo sea ‘escuchar’. Con un profesor así, aficionado al sistema de escuchas SITEL, puedes encontrártelo en pleno examen susurrando al oído del pinganillo traidor aquello de «merecemos unos alumnos que no nos mientan». Da pavor solo de pensarlo. En realidad no es punto sino punto y coma: sigue la frase.