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María José Pou

iPou 3.0

Votar por el retrovisor

Ya es candidato. Al menos, ya lo es oficialmente. Y yo no puedo por menos que desmoralizarme.

No por Rubalcaba que, como todo tipo inteligente, me cae bien. A veces me saca de quicio, no siempre coincido y me parece irreal de tan pragmático, pero en el fondo me cae bien.

Hasta mis enemigos los prefiero inteligentes, o mejor dicho, sobre todo los prefiero inteligentes. Son mucho más divertidos, imprevisibles y creativos pero, además, vencerles tiene el dulce sabor de una victoria difícil. Ya lo hacía Julio César en sus crónicas de la guerra civil: cuanto más exaltaba al enemigo vencido, más engrandecía su figura capaz de haberlo derrotado.

Lo que me deprime no es Rubalcaba sino el liderazgo de los dos grandes partidos. Rubalcaba frente a Rajoy. No me quejo de que ambos sean hombres -que podría- ni de que tengan barba, vistan traje y corbata o sean del Norte. Lo que me fastidia es que ambos pertenezcan al pasado.

Ambos son exponentes de gobiernos anteriores. Uno, con Felipe González y con Zapatero, que ya es mérito, pues pocos lo consiguieron y permanecieron. Pensemos en Pedro Solbes, por ejemplo. Otro, con Aznar, el del Prestige, con todos los Aznares que en España han sido después del 78.

En definitiva, que la alternativa que se nos presenta de futuro es más bien de pasado. Se nos podrá decir que tienen ese bagaje y esa experiencia y, tras la de Zapatero, Aído, Pajín o Sebastián, más vale la senectud, las canas y el haber pasado por un gobierno para saber gobernar. Mejor o peor, pero sin fuegos artificiales.

Sin embargo, desanima votar mirando el retrovisor. De ese modo, no se conduce bien ni seguro. Es garantía de no perderse en el país de las maravillas pero incorpora una mochila repleta de afrentas y errores antiguos.

La única esperanza es saber que en España el bipartidismo se fomenta pero no se impone, de modo que será bienvenido cualquier aire y/o candidato de refresco.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.