Disculpen ustedes el titular. Había que ponerlo. Si la noticia es un bañador que broncea evitando la diferencia de tonalidad entre la innoble parte de atrás y el resto de la piel, parecía inevitable hacer referencia a él en todo su esplendor léxico: el culo.
También he de reconocer que desde que alcancé los 40 noto que mi vista se cansa pero mis remilgos se diluyen, esto es, que si el trasero se llama culo, culo hemos de llamarle, amigo Sancho. (Nótese que he dicho ‘alcancé’ porque a ciertas edades el verbo ‘cumplir’ resulta un tanto ingenuo y falto de contenido).
La verdad es que esperaba que el tema fuera abordado por otros compañeros de ‘columneo’ más dados a comentar estas cosas, a disponer con descaro y sin pudores del campo semántico de los cuartos traseros y a evaluar en público medidas, proporciones y texturas que una, en su recato, no suele traer a estas páginas.
Sin embargo, como veo que tanto Pajuelo como Palomar se resisten a pesar de la apelación ‘hembra mía’ hacia Bibiana, del primero y las siestas post-rubias del chaflán, del segundo, abriré yo el fin de semana con algo lúdico para acompañar las chanzas del chiringuito que hoy, más que nunca, debe convertirse en espacio de cachondeo y jolgorio. Por si es el último.
Entiendo que ese bañador es un gran invento pues un culo, salvo excepciones, suele tender más a la fealdad que a la belleza. Quizás es porque o una se mata a sentadillas y ensaladillas de lechuga a la esencia de la nada o lo más seguro es que termine por ser celulítico, granulítico y descolgado lo que unido a una cierta tonalidad cadavérica proporciona el mejor antídoto contra el sexto mandamiento. Y un insulto hacia la Creación entera.
Sin embargo, reconozco que la marca del moreno playero tiene su aquel. Es una frontera que, de descubrirse improvisadamente, anuncia un territorio inexplorado y apetecible. Es la clásica diferencia entre mostrar y sugerir. Siempre he pensado que esto último es más excitante y a ello contribuye el contraste de bronceados. Promete, evoca y anuncia un sancta santorum por desvelar.