La crisis que estamos viviendo debería hacernos tomar conciencia de cuáles serán algunos nuevos conflictos del futuro. La guerra entre potencias no se libra hoy solo en el territorio de Kirguistán sino en los principales parqués del mundo.
Ayer tuvo que salir el Fondo Monetario Internacional a decir que España, contra lo que están diciendo algunas voces interesadas, no ha pedido planes de rescate. El mismo Zapatero aseguró en Bruselas que no son ciertos los rumores que hunden el prestigio de la economía española aunque esté pasando muchas estrecheces. Sin embargo no dejamos de ver cómo ahora se alzan voces indeterminadas contra España, poniendo en cuestión su solvencia, y desde hace meses, contra el propio euro.
Esas embestidas son estrategias tan calculadas como las que Napoleón o Hitler dibujaban sobre el mapa de Europa. Y, como entonces, también hay víctimas civiles que sufren los desastres de la guerra. En este caso, somos los pobres ciudadanos quienes tenemos que hacer frente a una economía de postguerra sin habernos enterado aún de dónde estaban los frentes de batalla o cuáles eran los bombarderos que nos masacraban.
Son ejércitos más sutiles y ocultos que nunca. Operan en los mercados financieros sin rostro ni nombre pero con un arma infalible en la mano: la que es capaz de hundir a un país a base de rumores, especulaciones o informaciones fraudulentas.
Nos parecen menos cruentas porque no vemos sangre ni hay funerales por los caídos pero todos ésos que aguardan a las puertas de las Cáritas parroquiales o de la Casa de la Caridad son heridos de guerra. Y, como hemos visto en todo conflicto bélico, son víctimas inocentes de la codicia de unos o del afán de poder de otros.
En cualquier caso, las secuelas de esta guerra las vamos a padecer durante décadas con la confianza, si Dios quiere, de evitarles sus estragos a las generaciones venideras. Ése es, al menos, el propósito de quien ha vivido una guerra y la nuestra es tan injusta y dolorosa como las anteriores pues un parado es, en el fondo, un amputado que no entiende cuál es su culpa en este conflicto.