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María José Pou

iPou 3.0

Síndrome prevacacional

Solo me faltaba uno para concluir que los síndromes son cosas de gente aburrida. No me refiero a las enfermedades de verdad sino a tontunas que aparecen en la prensa bajo la denominación de ‘síndrome postvacacional’ o ‘síndrome del domingo por la tarde’.

El último invento no sé si es de algún estudiante de medicina con ganas de notoriedad, de un becario periodista en prácticas no remuneradas o de un portal de Internet dedicado a las ofertas vacacionales de última hora. Se llama ‘síndrome prevacacional’ y pretenden hacernos creer que es el malestar por tener que organizar las vacaciones de toda la familia.

Yo entiendo que histéricos los hay en todas partes y condiciones. Así, el que es un pesado narcisista y egocéntrico lo es antes, durante y después de las vacaciones. Lo que no concibo es el empeño por ponerle a eso una etiqueta de gravedad sanitaria llamándole ‘síndrome’.

No niego que haya gente nerviosa solo por tener que hacer la maleta para Cancún o por tener que deshacerla tras su largo mes de vacaciones pero eso, con casi cinco millones de parados, no es noticia. Es simple y llanamente una estupidez elevada a la categoría de titular cuando no pasa de tontada doméstica.

En estos tiempos hay cosas que resultan insultantes. También entre los temas periodísticos. Para mí hay varios inaceptables que deberían ser tratados con la misma prudencia con la que se abordan asuntos que tienen consecuencias sociales como el suicidio o el maltrato a la mujer. Ya sé que no es comparable hablar del síndrome postvacacional y la última muerte por violencia de género pero ambos temas, en su justa medida, pueden producir mayor daño. El primero, de tipo psicológico, y el segundo por el efecto contagio.

Hablar de malestar por tener vacaciones cuando el país entero sufre si no el paro sí el miedo a perder el trabajo o los ajustes de salarios por decreto, es improcedente. De todo punto. Quienes tenemos un trabajo y un mes de vacaciones lo menos que podemos hacer es dedicar el tiempo a ayudar a quien no lo tiene. Y no a tocarle las narices.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.