Tanto tiempo oyendo hablar del AVE Madrid-Valencia, de que iba a venir, de que el trazado era éste o el otro y de que solo Dios y Blanco saben cuándo llegará, que ya había conseguido incorporar el dato a la memoria entre muchos otros sin que me produjera ni frío ni calor. ¿El AVE? Pues bien.
Sin embargo, ayer, viendo los trenes que nos acercarán al centro de la Península en lo que dura un corte de publicidad, me entraron las ganas y me hizo ilusión. Ya sabemos cuál es nuestra ave de AVE: ni paloma, ni tórtola ni lechuza ni águila imperial. La nuestra es ¡el pato! Un señor pato con calçotets, saragüells i jopetí.
“Pato” o “Pico de pato” es el nombre que les han dado a los trenes que discurrirán por la vía del AVE Madrid-Valencia. La razón es la forma que tiene, tan parecida a un pico de pato que le ponen una boina azul con cinta roja y un jersey marinero y acabamos llamándole Donald.
Yo quiero pensar que, en nuestro caso, es además un homenaje a la Albufera valenciana y su maravilloso arroz meloso con pato aunque, la verdad, es que a la velocidad que irá este tren bien podrían haberle puesto forma de anguila, escurridiza y ágil, y homenajear con ello a El Palmar.
Quizás ocurra con la segunda generación. Yo, de momento, he redescubierto desde ayer mi amor a todos los ánades del mundo: el pato a la naranja, el confit de pato, el Pato Lucas y hasta el Pato W.C. ¡Viva el pato manque tarde!
Cuenta el ministerio que el “superduck” (superpato, en inglés) anidará en los humedales del Turia allá por el mes de diciembre. No sé si para entonces nos quedará dinero para coger el tren, estarán en huelga salvaje los maquinistas o Valencia-Madrid será un viaje trascontinental con paso de fronteras incluido.
El caso es que resultará bonito, si al final se confirma, que el ministro nos traiga un AVE por Navidad. Y que no sea un pavo que trinchar. Tendremos que cambiarle el nombre y llamarle, a partir de entonces, José Blanca Navidad.