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María José Pou

iPou 3.0

El estofado con chocolate

Ayer hice el estofado de carne de mi madre. Imagino que no es único, pero para mí siempre ha sido peculiar porque no es fácil encontrar un estofado con un toque de chocolate. Éste lo lleva. De hecho, era mi plato favorito de niña, sobre todo, cuando le salía “confitat”, que decía ella.

Lo que no imaginaba es que un estofado me haría llorar tanto.

Ella ya no se acuerda de la receta, de modo que he tenido que reconstruirla con mis recuerdos y con su errática ayuda “–Mamá, ¿pongo ajo?/-¿Ajo? No/ -¿Entonces cebolla?/ -¿Cebolla? No sé. Pon dos ajos”.

Cuando empezó a hervir y la estancia se llenó del aroma a carne, a laurel, a cebolla y a vino tinto, mi casa, de pronto, se convirtió en la casa de mi madre y en mi infancia.

Me descubrí, por ello, una sonrisa en la cara y el gesto de un sabueso intentando absorber el olor, como si pudiera volver con él a aquellos días. Sin embargo enseguida me invadió una infinita tristeza.

Esos días no volverán, pero lo que más me dolía es que ya nunca viviré ese momento en el que, de niña o de mayor, llegaba a casa después de un viaje o de mucho tiempo fuera y mi madre me decía las palabras mágicas: “te he hecho estofado” o telefoneaba, el día antes de la vuelta, y me preguntaba “¿qué quieres que te haga para comer?”, preparándome el mejor de los regalos para celebrar el reencuentro.

Mi madre ya no cocina ni recuerda sus platos. Tiene una ventaja. Ahora los hago yo y, cada día, es como si los probara por primera vez. El mismo descubrimiento y el mismo placer de un sabor nuevo. Ahora, la ilusión es suya.

Y yo, mientras baja la válvula de la olla, lloro su ausencia. Está aquí mismo, esperando la comida, pero ya no es aquella que me agasajaba con mi estofado favorito. Esa ya no está conmigo y yo sé que el sabor de ese plato maravilloso me seguirá haciendo feliz cada vez que lo haga pero también me hará llorar cada vez que la recuerde cuando ya no esté.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


diciembre 2011
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