No sé cómo está pero sé que es. Con sus más y sus menos, España es. Por eso resulta interesante la coincidencia de fechas: a los tres días de haberse reconstruido como nación gracias al éxito deportivo, España se enfrenta al debate parlamentario que procura analizar su estado, y que comienza hoy en el Congreso.
Si preguntan a los ciudadanos cómo está España, justo ahora, dudo que las respuestas sean negativas. Está eufórica, motivada, feliz. Se ha mirado al espejo y se ha visto con ojos nuevos. Se ve guapa pero sobre todo se ve capaz. Porque su capacidad no está en su clase política sino en las generaciones de jóvenes que no se sienten lastrados por el pasado. Y ésa es una clave imprescindible para salir adelante.
Los chicos de la Roja no ven los años de frustración sin pasar de cuartos en el Mundial como una rémora sino como un acicate. Es la diferencia con los ‘viejos’ que solo saben llorar su desgracia. Al contrario, ellos la vieron como un reto que conquistar. Y lo han hecho.
Del mismo modo, este país necesita que las nuevas generaciones dejen de mirar al pasado con pesimismo y construyan su futuro sin lastres, con ilusión y sin el aliento de sus ‘mayores’ en la nuca para volver atrás.
Como la Selección, que no ha querido reescribir Mundiales anteriores sino jugar el suyo, así los jóvenes deben construir España a su estilo sin que las añoranzas de unos y otros les impongan una manera rancia de hacerlo. ¿Por qué no va a sonar el himno nacional, como en la Explanada del Príncipe en Madrid, a ritmo de batucada? ¿Por qué no va a construirse una identidad colectiva a partir del sudor en el campo y no de la sangre en la trinchera?
Si esos son los mimbres de la nueva forma de vivir España, si eso es lo que nos hace sentir una comunidad de intereses y referencias comunes, ¿por qué no va a servir? ¿O acaso las patrias solo se construyen contra el otro, aunque sea hermano? Si cambiamos Pizarro por Andrés Iniesta ¿qué? ¿No es nuestro héroe?