¿Existe el “colocón” de Roscón de Reyes? No me refiero solo a una subida brutal de glucosa o al empacho asesino sino a ese estado beatífico que nos pone “en modo happy”, lo vemos todo color de rosa y hasta Rajoy nos parece Hello Kitty con barba. Si se puede pillar ese punto con roscón relleno de crema y no de Cutty Sark, voy a lanzarme al “botellón pastelero” todos los jueves, viernes y sábados.
Solo así creo que superaré el drama en el que se ha convertido el fin de semana desde que empezaron los recortes. ¿Por qué no harán los consejos de ministros y reuniones del Consell en martes y así para el viernes ya se nos ha pasado el disgusto? De momento, este week-end largo y mágico nos lo han amargado con las “medidas extraordinarias”.
Ésa es la palabra clave de la temporada: “extraordinario” en boca de Sáenz de Santamaría, en Moncloa, y “excepcional” en la de Císcar, en Valencia. Ambos coincidieron ayer en el mismo campo semántico. Las decisiones tomadas no son las normales sino que se deben a una situación muy particular.
¿Y si no fuera así? Nos presentan los recortes como una respuesta a una realidad alterada pero yo me temo que no es cierto. Parece que tenemos que afrontar una reducción temporal del Estado del Bienestar al que regresaremos algún día, pero lo cierto es que ya no existe. Eso es lo que tenemos que asumir, aunque entiendo que se hace muy difícil decirle a los ciudadanos que aquello que vivieron no volverá.
Por eso me inquietó tanto el uso de sinónimos que venían a rebajar el impacto de las medidas tomadas. Ahora nos parece extraordinario pero, repetido y mantenido en el tiempo, llegaremos a encontrarlo normal. Entre otras cosas porque no puede cambiar si no se modifica el funcionamiento de los mercados. Éstos ya han visto cómo “ordeñarnos” sin que nadie les tosa. O eso cambia o no hay razón para pensar que ganaremos calidad de vida a costa de sus beneficios.