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María José Pou

iPou 3.0

Mi techo de gasto

Después de la sesión de ayer en el Congreso, me complace anunciar que yo también he llegado a un acuerdo conmigo misma para aprobar mi «techo de gasto». Este no alcanza los 182.000 millones de euros del Estado. ¡Ya quisiera! Si los tuviera, mi techo no sería tal, sería la estratosfera, aproximadamente o, como diría el poeta de la animación contemporánea, hasta el infinito y más allá.

El mío se queda mucho más bajito y modesto hasta el punto de hacerme andar agachada la mayor parte del tiempo. No es que sea un techo. Es más bien una guillotina a la altura de la cartera que tiembla y se afila cada vez que acerco la mano. De lejos suena ‘La Marsellesa’ y una voz en off dice: «Ay, María Antonieta, María Antonieta». Eso me recuerda que gastar un euro pone en riesgo mi linda manita y me reprimo.

Es una versión sofisticada y gore de la Bocca de la Verità de Roma. Esa piedra donde dice la tradición que los mentirosos metían la mano y la perdían. Ahora solo queda un decorado donde hacerse fotos gracias a la labor de difusión turística que hizo la película ‘Vacaciones en Roma’ en la que Gregory Peck asustaba a Audrey Hepburn advirtiéndole del riesgo.

Mi cartera y la guillotina asociada también me advierten del techo de gasto. Lo mismo que debería tener el Gobierno y algunos de sus manirrotos ministros a la hora de distribuir el presupuesto de su negociado.

Ahora que se va a extender la factura sanitaria informativa para que los ciudadanos tomemos conciencia de cuánto cuesta el servicio que nos dan, no estaría de más que hicieran lo mismo con los políticos. Así, sería muy aleccionador que un alcalde se enterara de cuánto cuesta al contribuyente su puesto o que un asesor tuviera una factura informativa que le indicara a qué equivale el coste de su nula gestión: a un centro de salud, al asfaltado de diez calles o a tres plazas en residencia de ancianos.

Además deberían hacerlo a lo salvaje, como el hilo musical de mi guillotina ahorradora: haciendo sangre, a ver si reaccionan.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.