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María José Pou

iPou 3.0

Brindar con champán

La grandeza del Estado de Derecho es respetar la dignidad de toda persona. Hasta de la más ruin. Hasta de aquella que ve el mundo con orejeras y distingue entre seres humanos y enemigos. El Estado de Derecho trata con respeto al enemigo, lo cura, lo salva y le evita padecimientos innecesarios. El ruin, en cambio, se los produce.

Esa es la diferencia entre los demócratas y los fascistas. De cualquier calaña. También con la serpiente enroscada en el bíceps. Los demócratas no brindaremos con champán cuando muera Uribetxebarria, aunque no falten ganas de celebrar algo. Pero no es la muerte lo que deseamos celebrar sino su vuelta la vida, a la convivencia, al mundo real. Y como la de él, todas las demás. No es a las personas a las que queremos ver muertas sino a su personalidad paranoica y sanguinaria. A su “yo” más vergonzante.

No deseamos que muera Uribetxebarria sino que él mismo mate al carcelero de Ortega Lara. Al que veía justificado dejarlo que muriera de inanición y locura en un agujero. Al que pretendía marcharse del zulo sin sacarlo ni dar pistas a la policía de su paradero, hasta que un día encontraran sus restos.

Eso es lo que significa arrepentimiento y petición de perdón. Que sean capaces de pedir para todos los demás –incluidos quienes piensan de forma diferente- lo que exigen para ellos. Sin embargo, no parece que la realidad sea esa. Una vez más el Estado de Derecho ha quedado muy por encima de sus enemigos.

Habrá quien critique a los jueces, a la Junta de Tratamiento o al gobierno por la decisión. Se hablará de ceder al chantaje de ETA pero el peor chantaje es obligar a actuar a un demócrata como si no lo fuera. Es la peor coacción. La peor consecuencia de las mentiras de ETA. Por eso me alegra la decisión de conceder el tercer grado. No solo es una lección moral que probablemente ni entiendan ni valoren los asesinos pero sí las generaciones más jóvenes a las que conviene educar en estos comportamientos. Lo importante es que se trata de una estrategia que rompe el victimismo de los etarras. No podrán decir que los demócratas brindamos con champán por su muerte. No lo haremos ni lo hemos hecho nunca. Quizás el GAL lo hiciera pero este mismo Estado de Derecho los persiguió hasta la cárcel.

Yo no celebro el cáncer terminal de este hombre. Hubiera preferido que hubiera disfrutado de una vida larga y dichosa, algo incompatible con sus crímenes. Yo celebro la vida de Ortega Lara y de tantos otros que hoy pueden sentirse muy por encima de sus carceleros. Levanto mi copa por la dignidad de las víctimas que jamás han brindado por la muerte de un etarra.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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