“Que profunda emoción/ recordar el ayer/ cuando todo en Rodiezmo me hablaba de amor ”. Si Charles Aznavour hubiera conocido a Leire Pajín, no hubiera dejado pasar la ocasión de cantarle a Rodiezmo como hiciera en su día con Venecia: “Cómo sufro al pensar que en Rodiezmo murió/ el amor que jurabas eterno guardar”.

Hasta el año pasado, aquella reunión de sindicatos y Gobierno se presentaba como una simbiosis razonable, lógica y deseable. Como una pareja de enamorados surcando en góndola los canales de Venecia y Leire y Bibiana empujando la barcaza sobre sus aguas negras. El gobierno de los trabajadores se reunía con ellos para mostrar que su política no era la de los demás sino la única, la justa, la de Robin Hood: quitarle a los ricos para dárselo a los pobres.

Nunca le vi a ZP la pluma, a lo Robin de los bosques quiero decir, pero yo siempre me lo imaginé más como cazador que como Bambi (¿quién se acuerda?). El problema es que a Robin no le llegó el FMI y las demás autoridades internacionales a decirle aquello de “mira, chaval, que está muy bien que andes de rama en rama tirando flechas a los adinerados del condado pero la sesión de Paintball ya se acabó.”

Si lo hubieran hecho entonces quizás el guardián de Sherwood hubiera acabado con ellos de inmediato y otro gallo nos estaría cantando ahora. Es lo malo de ZP: que teniendo él un aire a Errol Flynn pero con Sonsoles al lado en lugar de Olivia de Havilland, no puede ir, aunque quiera, de héroe justiciero. Así, solo le queda el disfraz de sumiso cumplidor de las exigencias europeas y norteamericanas. De Bambi ha pasado a Piolin encerradito en su jaula.

Mientras tanto aprovecha Rajoy el papelón de Rodiezmo para meter el dedo en el ojo hasta el occipital proclamando a los cuatro vientos que él sí hubiera ido. Con un par. A explicar las medidas tomadas. Eso quiere decir que con un poco de suerte, hasta viene a Valencia a explicar la candidatura de Camps a pesar de su delicada situación judicial y de las propias normas del partido.