Este fin de semana se esperan casi dos millones de desplazamientos por las carreteras valencianas. Es la gran operación retorno, aquella que da por terminadas las vacaciones de verano. Es el momento de atender, sobre todo, a la seguridad de un viaje nada rutinario y ésa es la clave: ningún viaje ha de ser rutinario. El comportamiento al volante debería ser siempre como el de quien acaba de aprobar el carnet, que va con mil ojos y que casi no duerme, de los nervios, la noche anterior a tener que ponerse al volante. Es la actitud del precavido extremo. Unida a la sabiduría del conductor experimentado hacen el tándem perfecto para convertir cada trayecto en un desplazamiento seguro.
Sin embargo, con el paso del tiempo, vamos perdiendo esa atención máxima que ponemos en los primeros meses, nos confiamos y tratamos algunos viajes como rutinarios; el mismo gesto de ponernos al volante es rutinario y, a veces, ni siquiera recordamos lo que hemos hecho hasta llegar ahí. Lo hacemos a diario con los ojos cerrados. Son comportamientos de riesgo que vamos desarrollando sin tomar conciencia hasta que pasa un imprevisto y todo salta por los aires.
En la automoción también hay otra costumbre, muy propia de las vacaciones, que resulta altamente peligrosa. Es el comentario de riesgo. Aquel que hace un vecino, un familiar o un amigo y que pone el acento en su habilidad –que no la nuestra- para llegar antes. Son esas conversaciones en las que alguien inicia una burla del tipo “a ver si llegas antes de mañana”. Si quien lo recibe tiene los pies en el suelo y cierta resistencia a la broma, no pasa de ser eso, una broma. Se ríe, afirma que llegará a desayunar tres días después y acaba todo. Sin embargo, es un comentario de riesgo para quien está débil o inseguro. Como ocurre con las adolescentes que se sienten acomplejadas y de pronto las amigas le preguntan si ha engordado o hacen una broma sobre su aspecto. Puede ser el desencadenante de un proceso peligrosísimo de autodestrucción a través de trastornos alimentarios.
Con la conducción tenemos, a veces, la misma imprudencia de bromear delante de alguien que no va a aceptar bien el chascarrillo y que puede comportarse de un modo peligroso. Esas apelaciones a que uno es más rápido y hace, en apenas dos horas, la ruta Madrid-Valencia puede calar en quien no debe, de tal modo que se esfuerce por parecer más valiente pisando el acelerador. Son comentarios de riesgo idiotas, innecesarios y de dudosa credibilidad. Ante eso solo cabe responder con una broma mayor, no con un récord que nos lleve a nosotros o a otros inocentes a la tumba.