Lo lees y casi no te lo crees, pero es cierto. Un ex ministro alemán propuso hace un par de semanas que la jubilación pudiera extenderse a los 80 años. Ayer, la troika europea les dijo a los griegos que trabajaran también los sábados. Y yo no dejo de preguntarme ¿por qué no proponen directamente volver a la esclavitud y nos dejamos de preliminares?
Estos días lo vi representado en una imagen muy clarificadora. Un hombre pescaba en el río y un ricachón pescaba en la cesta del hombre. Es lo que están haciendo con nosotros: debemos trabajar más tiempo, más horas y con más productividad pero a cambio de menos salario y menos garantías. ¿Para qué? Para asegurar que los bancos y usureros contemporáneos cobren sus deudas, deudas que no hemos contraído personalmente sino a través de representantes irresponsables –en todos los sentidos-.
Ante esa semiesclavitud en la que nos hemos instalado, no cabe la discrepancia. La alternativa es morir de hambre, de modo que el pobre ciudadano no tiene otro horizonte que gritar “vivan las caenas” y seguir remando en las oscuras tripas del barco. Si Huxley lo hubiera imaginado en una historia de futuro nos hubiera parecido un exceso de la ciencia ficción.
La única esperanza sería pensar que nuestros rigores evitarán que los sufran las generaciones venideras pero no es nada seguro. Es más: instalados en estos modos de funcionamiento, parece difícil un cambio. No hay más que recordar lo que costaron las conquistas sociales de las que presumíamos hasta hace media hora. Siglos, sangre, revoluciones, bombas. ¿Habremos de pasar por eso de nuevo? La diferencia es que hoy nos sabemos capaces de vivir de otro modo, pero, a diario, nos llegan mensajes castrantes. Los griegos saben más de eso que nosotros: aprendieron a convivir desde la Antigüedad con unos dioses opresores. Lo malo es que entonces también los había protectores y ahora, de esos, ya no quedan.