Hubo un tiempo en el que parecía impensable que España cayera en una recesión como la sufrida por Grecia. España no es Grecia, “se cansaron de decirnos”. No lo es, en efecto, pero ¡hay que ver cómo se le parece!
También hubo un momento en el que era imposible que España pidiera el rescate y la palabrita siguió la estela de “crisis”. Si para el PSOE “crisis” era un término tabú, la del PP es “rescate”. No estábamos en crisis, solo en una coyuntura complicada. Ahora no nos rescatarán, solo comprarán nuestra deuda a cambio de condiciones.
Ayer ya me convencí de que lo nuestro era un Titanic en medio del océano y que los españoles íbamos a recibir instrucciones de cómo sentarnos en los botes salvavidas fabricados por ThyssenKrupp. No dejemos que nos invada el pánico. Salvaremos el pescuezo, aunque no sé si la honra y mucho menos la hacienda.
Eso lo entendí cuando vi a Merkel de morado penitente junto a Rajoy. Ha venido para que visualicemos el cambio de situación. ¿Cuántas veces la cancillera de cemento ha visitado la Moncloa con cara de vinagreta? Es la entrada del Emperador conquistador en sus nuevas posesiones. Tras él, vendrán los hombres de negro, como corresponde al funeral: la oficiante, de morado, y los fieles, de negro. Y, a partir de ahí, el duelo.
No quiero ponerme en lo peor. Básicamente, porque ya estamos. Van a ser muchos años de penurias, como bien sabe Alemania. Estamos sometidos a las condiciones impuestas por los países vencedores, como se hizo tras las guerras mundiales con los vencidos. Ha sido y es una guerra incruenta en la que faltan los heridos del frente y el soldado desconocido pero comparte con las tradicionales la humillación del perdedor y las secuelas en toda una generación.
Los mercados nos ganan y solo cabe resistir heroicamente hasta morir o aceptar el tratado de paz y sucumbir. Ayer asistimos a su histórica firma en Madrid. ¡Larga vida al Kaiser!