Se planteó un nuevo estadio de fútbol, habiendo dos en la ciudad. Y se lanzaron a construirlo. Se planteó un Palau de Les Arts, existiendo otro de la Música. Y se lanzaron a encargárselo al “más grande”, la Jurado de la arquitectura valenciana: Calatrava. Se planteó un Palacio de Congresos, existiendo instalaciones de la Feria. Y tuvimos otra obra maestra para los libros de arte, Foster en esta ocasión. Ahora no sabemos cómo pagar su ampliación pero haberla, la habrá. Tampoco cómo terminar el estadio pero ¿quién duda de que no quedará a medias?
No me sirven las justificaciones de unos u otros sobre el arraigo del Valencia C.F. No dudo de ello ni de su valor emocional para los valencianos pero creo que algunos han utilizado éste para operaciones de dudosa viabilidad, eficacia y rentabilidad. A los hechos me remito.
Ya sé que muchos se sentirán afectados por lo que le pase al Valencia pero deberían sentirse peor por saber que fueron usados como escudos humanos. Quizás lo digo desde el desconcierto de tener ahorros en Bancaja ahora que compruebo cómo se pusieron a disposición de una decisión incorrecta, temeraria e innecesaria. ¿Estaba para eso Bancaja? No quiero saberlo. Solo sé que pierden quienes ponen cada domingo su alma en el club de su tierra. Ellos no sacan provecho de una parcela o una edificación. Solo quieren que sus colores sean los mejores, los campeones y los que le den las alegrías que otros no saben ni pueden.
En vez de dedicarse a eso, al deporte, los clubes de fútbol han jugado al monopoly y ahora están ahogados. Ahora bien, como de su aliento dependen tantas almas cándidas, las autoridades no pueden dejarlos caer. Las almas son votos, ya sabemos. Así pues, habrá plazos, habrá comprensión y habrá dinero. Justo lo que no tienen quienes han de cumplir con la hipoteca, con el IBI o con los libros de texto. Tiran más dos votos que dos carretas, es evidente. Amunt, pues.