La nueva directora de RTVV quiere un ente sostenible y no sé si va a poner a los consejeros a cultivar huertos verticales en el pirulí de Burjassot o a pedir en las puertas de las iglesias “por caridá”.
Me subyuga lo del perfil verde habida cuenta de su impacto en nuestro ecosistema social y político. Sin embargo, creo que habla de eficiencia. Eso significa evitar que siga agujereando nuestros bolsillos sin piedad y nuestro hígado sin miramientos; que dejemos de sostener lo insostenible.
Lo insostenible no es una televisión pública, sino el abuso en las cuentas y en los modos de trabajo.
No puedo dejar de esbozar una sonrisa cuando dice que pretende que los valencianos estemos orgullosos de nuestra radiotelevisión pública. Yo lo estuve. Muchas veces. He presumido de ella cuando he visto programas excelentes, hechos por profesionales y premiados por colegas; capaces de acercar la naturaleza, las realidades comprometidas que requieren una investigación a fondo, los conflictos en otros países, la vida parlamentaria de Les Corts, el diseño de nuestros creadores o la música de nuestras bandas.
Desde Burjassot se han emitido productos competitivos, innovadores, interesantes, oportunos y rigurosos. De volverlo a hacer, no será una novedad aunque altere una dinámica demasiado enquistada en los últimos tiempos. La calidad no es una novedad en RTVV. Solo es una ausencia.
Dice también la directora que sus jefes no son políticos. Discrepo. No ha llegado al puesto por esa oposición que menciona. Ha llegado por elección directa aunque su condición anterior haya pesado en la decisión. Lo mismo ocurre con su consejo de Administración. No ha superado una prueba técnica sino un baremo político.
Así, no es extraño que su tarea se vea influida por los políticos. Ahora bien, la presión externa no tiene por qué condicionar el resultado. Todo depende de su capacidad para frenarla y de su resistencia.