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María José Pou

iPou 3.0

El pijo ácrata

El problema de este país es que nos tomamos la discrepancia como algo personal. Cuando el tópico habla de los países mediterráneos como pasionales, tendemos a pensar en el latin lover.

Sin embargo, lo pasional tiene otros derroteros que no siempre son tan amables como ése. Hablo del apasionamiento en el debate público. España es un país que tiende a tomarlo todo a pecho y a considerar la discrepancia como algo propio de un estadio inferior en la evolución.

Lo vemos a diario y en estos días con la figura del juez Pedraz. Al margen del contenido del auto, de si tiene razón o no y de su oportunidad en mostrarlo a través de una decisión judicial, lo que me preocupa es la forma de posicionarse. Diría más: la necesidad de posicionarse. ¿Es posible juzgar la actuación del juez sin acalorarse, sin desacreditar al contrario y sin deducir de una postura una calificación moral? ¿Es posible debatirlo sin mostrar o que se interprete una opción política? Es España es difícil.

La política en nuestro país obliga a poner el corazón y el hígado al servicio de unas ideas, como si no se pudiera debatir sin implicarse emocionalmente. En seguida los hay que mientan a la madre de Rajoy o a la de Zapatero para llegar a la conclusión. Buscamos culpables, malos de la película, seres inmundos que nos obligan a vivir en nuestra desgracia. Los debates políticos en España acaban en un aquelarre de testosterona imposible de controlar. Por eso no me extraña que al final se quiera tomar el congreso, el Senado y hasta La Moncloa. Es lo que tiene acalorarse demasiado.

Yo sueño con más frialdad y menos apasionamiento. Menos insultos, abucheos y descrédito del que piensa de forma diferente, sea Pedraz, Garzón o Cifuentes. Discrepo de Pedraz pero eso no me lleva a llamarle “pijo ácrata”. Discrepo de quienes le llaman así pero eso no me obliga a llamarles “fascistas”. En este país, parece que no hay otra opción.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.