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María José Pou

iPou 3.0

Morbo en El Saler

No consigo entender qué tiene de interesante ver dos cargueros varados en la playa. La única explicación que encuentro es que resulta más barato que pasar la mañana en el centro comercial donde, aun sin querer, una termina por gastar dinero.

Más allá de eso, me siguen asombrando las colas en la carretera de El Saler para verlos y no para tomar un arrocito en el Palmar que está plenamente justificado, haya o no barcos, haya o no Instagram, haya o no eccehomos por el camino.

Entendería la pasión por la foto si fuera el Juan Sebastián Elcano, la réplica de una carabela moderna o una reproducción del acorazado Potemkin, pero un barco carguero al que ni siquiera se puede subir no le veo la chispa.

No digamos cuando se trata de un pareja de novios que van hasta las dunas para hacerse una foto con los barcos de fondo. Sí, también los hay aunque no se lo crea.

Me pregunto si esos recién casados han contratado un crucero como viaje de bodas. No es sarcasmo pero cuesta entender qué pretenden decir con una foto en ese fondo. ¿Se haría usted un retrato de su boda con una catástrofe detrás? Ya sé que dos cargueros no son el Costa Concordia pero no deja de ser una mala noticia, un error y un perjuicio para el entorno. Por eso no concibo la gracia de incluir en el álbum de la boda una imagen con dos barcos varados que ni siquiera son dos barcas de vela latina y su aire bucólico. Los cargueros solo recuerdan a mercadería, a comercio y a transporte de objetos, no de personas.

Viendo lo que ocurre aquí no quiero ni imaginarme lo que habrán vivido en la zona desde que el Costa Concordia se hundió en aguas italianas. Debe de haber sido un ir y venir de cazafotos y morbosos en general. Allí, además, se añade la disposición del barco, que era un crucero de placer y que murieron 32 personas. Si aquí es un peregrinaje, allí debe de haberse convertido en la mejor atracción turística. Qué horror.

Temas

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.