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María José Pou

iPou 3.0

La dura Sefarad

España sigue siendo antisemita. Sefarad no consigue ser una tierra amable para quienes la invocan como propia sin haber pasado por la pila bautismal. Al menos así lo indica una encuesta presentada por el ministerio de Exteriores, la Casa Sefarad y la Federación de Comunidades Judías de España.

Dice el estudio que uno de los factores que enturbia nuestra mirada hacia los judíos es la actuación de Israel. Según los datos, los españoles no vemos a los judíos como factor de desestabilización o foco de problemas en nuestro país, como ocurre con los musulmanes, pero sí en el ámbito internacional a causa de la política israelí.

Reconozco que el dato no me hubiera interpelado personalmente de no haber visto este verano el documental ‘Defamation’ (Difamación) del director israelí Yoav Shamir y de no haber contrastado su contenido con amigos judíos.

El documental intenta ser un ejercicio de denuncia a lo Michael Moore y aunque consigue poner sobre la mesa el debate sobre la identificación de antisemitismo y antisionismo, lo hace elevando la anécdota a categoría. Así, cuestiona la educación que Israel hace de sus jóvenes mostrando un malentendido entre unas adolescentes judías que visitan Auschwitz y unos ancianos polacos. Su conclusión es que los judíos han desarrollado una hipersensibilidad exagerada hacia cualquier ataque exterior.

El problema es que esos ataques siguen existiendo. El antisemitismo adopta diversas formas a lo largo del tiempo. En efecto, hoy a nadie se le ocurriría acusar de ‘marrano’ a un judío español y denunciarlo a las autoridades, como se hacía en los tiempos de la Inquisición. Hoy no nos molesta un judío porque no pise la iglesia pues nosotros mismos la pisamos menos que ellos la sinagoga.

Eso significa que el rechazo ya no puede adoptar la forma de diferencia religiosa. Tampoco racial, como ocurrió en el siglo pasado y llevó a la brutalidad del Holocausto. Hoy el rechazo tiene otras motivaciones externas, pero sigue siendo rechazo. Y ésa es la clave. A Israel no le perdonamos que sea judío. Es una actitud similar a la del pastor que quiere quemar el Corán porque no perdona a Al Qaeda que se diga musulmana, cuando el problema es que es terrorista.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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