Dos huevos fritos
Decía Rajoy que un desayuno de dos huevos fritos era la señal inequívoca de la recuperación estupenda del rey. No digo que no, pero no he visto hospital alguno en el que un postoperatorio incluya huevos fritos en su dieta. Tanto es así que si me lo dijeran de un familiar, lloraría desconsolada sospechando que le habían concedido un último deseo pre-mortem.
Desconozco los niveles de colesterol del rey pero su menú tiene poco que ver con la malta con leche y una fruta del común de los españoles. Nada más lejos de mi intención que insinuar un trato de favor. Entiendo que son las nuevas disposiciones para reducir el gasto sanitario: al parecer, son más baratas las gallinas de Zarzuela que las galletas María de toda la vida. O quizás es un mensaje subliminal. ¿Los huevos son el mensaje?, que diría McLuhan.
Es lógico que el presidente intente tranquilizarnos mostrando la fortaleza del jefe del Estado aunque no sé si también su virilidad por aquello de “echarle un par” al encuentro con su yerno. Que ésa es otra. Para mí que la reina le hizo una encerrona. Nada malvada, por supuesto, sino de las típicas de esposa abnegada que quiere a toda costa que los hijos se reconcilien con el padre cabezón. Y no se le ocurre otra cosa que obligarles a verse en situación ineludible.
Ya me estoy imaginando la escena: el rey postrado en la cama sin opción de salir corriendo y el yerno obligado a aceptar el chaparrón sin posibilidad de huir a la carrera. No quisiera yo haber estado en la habitación contigua. Al menos, no sin mis dos huevos fritos.
Espero que pase mucho tiempo hasta que me toque pisar un centro hospitalario pero prometo pedir, si ocurriera, el “desayuno Borbón” la próxima vez. Si hay desayuno continental y desayuno inglés, ¿por qué no patentar la dieta del rey, mucho más apetecible que la Dukan y, por lo que vemos, bastante más eficaz para salir adelante de cualquier tropiezo?