Casilla de salida
Es una pena que Bruselas solo altere los programas electorales en cuestiones económicas. Si Merkel y sus secuaces europeos influyeran en todo, quizás conseguirían que el gobierno también se saltase sus promesas en otros aspectos y no solo en recortes y pensiones, valga la redundancia.
Lo digo porque en asuntos relacionados con los derechos (Justicia y Educación, sin ir más lejos) parece que intentan compensar el incumplimiento de las promesas electorales sobre empleo, déficit y crecimiento económico. Los ministros del ramo tienen el campo libre para ejercer de “martillo de herejes”, como estamos viendo con Gallardón, sus tasas y su visión del aborto, o Wert, su Ciudadanía extinta y su visión de España.
No diré que me sorprenda, pues encaja perfectamente con lo que representa y es el Partido Popular. Por tanto ni me extraña ni me incomoda que deshagan algunas trastadas heredadas del gobierno anterior. Sin embargo, me preocupan las preferencias, los tiempos y las formas.
Entiendo que un gobierno que quiera cambiar una situación lo haga en los dos primeros años para que no le pase una factura demasiado abultada en las elecciones siguientes. La mano dura toca ahora, en el segundo año de la legislatura. Ahora bien, cuando se trata de cuestiones sociales o educativas es conveniente que impere el sentido común y no las prisas por legislar a base de mayoría absoluta.
El problema es que en España imponemos tales normas y hacemos uso de tal actitud que parece que no avanzamos sino a base de derribar lo construido antes. Si Ciudadanía es conveniente pero su contenido, cuestionable, no la eliminemos. Cambiémosla. Si la enseñanza de las lenguas en una España plurilingüe es conflictiva, no la erradiquemos, mejorémosla.
Pero no. En este país diríase que no sabemos construir sobre cimientos de otros. Hemos de tirar abajo para volver a levantar. Y parece que siempre estemos en la casilla de salida.