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María José Pou

iPou 3.0

Whatsapp para Reyes

Este año no he escrito carta a los Reyes. No me veo con fuerzas. Me ha ocurrido lo mismo que con la lotería. Compré algún décimo para Navidad, por costumbre y tradición, pero no con la firme determinación de lograr enriquecerme.

Con los Reyes me pasa igual. Me limité a mandarles un whatsapp sin más mensaje que un escueto “pasapalabra” que era como decirles “pasad de largo que algunos ya venimos regalados de casa”. Es lo mínimo, con lo que está cayendo y teniendo salud, trabajo, familia y amigos.

Algunos no lo pensarán pero ni la riqueza ni los regalos tienen que ver con las cosas que acumulamos. Son más bien los tiempos y los gestos los que nos hacen sentirnos afortunados. Tiempo que nos dedican aquellos a quienes queremos y gestos que nos indican que ellos también nos quieren.

Sé que suena ñoño. Hasta yo, que soy una antimoixos, noto el azúcar que destila el párrafo anterior. Se pega y todo. Sin embargo, es cierto. Pedir cosas materiales en un contexto de tanta necesidad me parecería indecente. Sobre todo teniendo un salario que me permite comer caliente.

Me siento como esos niños que incluyen en su carta a los Reyes cosas como “tener un hermanito”, “que papá y mamá se lleven bien” o que “papá juegue conmigo un poco más”. Ellos son más sabios que los adultos. Saben que eso es más difícil de obtener; que no hay oferta que lo regale ni tienda de segunda mano que lo venda a buen precio. Por eso se lo piden a los únicos que no fallan cuando de cosas no tangibles se trata. Para todo lo demás, ya están los grandes almacenes, las tarjetas de crédito y los chollos de última hora.

Por eso en mi whatsapp solo les pedí que lo mío se lo dieran a otros que les haga más falta. No soy buena sino precavida. De no hacerlo, no me extrañaría encontrarme el año que viene con carbón. Sería lo justo. Pedir más cuando algunos no tienen ni lo justo tiene que estar muy mal visto por los de Oriente.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.