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María José Pou

iPou 3.0

Pride & chastity

Dice la Universidad de Cambridge que ha hecho una encuesta según la cual casi uno de cada dos valencianos (un 47%) estaría dispuesto a renunciar al sexo durante un año por saber inglés. No seré yo quien enmiende a la excelsa universidad británica que avala mis conocimientos de inglés pero, sinceramente, no lo veo.

No sé a quiénes habrá preguntado, pero algo me dice que la muestra no fue seleccionada durante un casting de Gandía Shore.

Tengo la sospecha de que se hizo en un ambulatorio a la hora de crónicos o en la cola del INEM cualquier mañana de éstas, porque ni siquiera una asceta como yo lo hubiera suscrito mientras luchaba por entender el tercer grado de los dependientes del Starbucks en el Trocadero londinense, ya saben: largo o medio; con o sin crema; qué toppings, con azúcar, normal o sin cafeína, con tapa, sin tapa, con IVA, para llevar o para tomar, para pagar en caja, con cookies para acompañar o solo.

En una palabra, ese gran ataque a la autoestima del aprendiz, que ni los torturadores de la Universidad de Cambridge en sus exámenes orales serían capaces de reproducir en toda su crueldad. Sobre todo cuando terminas por tomar un pozal de agua sucia sin orden ni concierto, con sal, sin alquitrán y con una espumita que no sabes si es nata desnatada o un fallo del filtro.

Si después de eso hay que aguantar que los de Cambridge propongan en una encuesta renunciar al sexo, solo cabe sugerir otra sobre su español. No es chovinismo. Es justicia poética.

¿A qué renunciaría usted por saber español? La diferencia es que ellos creen hablarlo solo porque dicen “paela” y “sangía” e, ipso facto, aparece un plato de arroz con cosas y una jarra de licor con sabor a vino.

Lo que no dicen los de Cambridge es que uno de los factores que nos bloquea es la cara de estreñidos que ponen sus compatriotas cuando dices “Oxford Street” y ellos te corrigen con un “¡oh, no, you mean Oxford Street!”.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.