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María José Pou

iPou 3.0

El SIP y la VISA

Ayer tuve que pasar el día en Urgencias. Nada de lo que preocuparse, pero la noticia no es ésa sino que salí de casa con dos tarjetas: el SIP y la VISA.

Hasta ahora no lo había hecho. Si había que ir al hospital, era necesario llevarse el móvil, una muda y algo de dinero suelto. Sin embargo, ahora no sabía si fiarme con tanto recorte y me fui dispuesta a financiar lo que hiciera falta. A punto estuve de coger el talonario de cheques pero pensé que ya tendría tiempo de llevarlo si se prolongaba la estancia.

Pasé unas horas en doble “ay”. Ay, por la salud y ay, por el dispendio. Mientras veía a la médica pidiendo placas, análisis y electros pensaba en el día en que todo eso llegue a ser de pago. Y me dio miedo. Ya me imaginé preguntando “¿a cuánto tiene la analítica?”, como si de chorizo cantimpalo se tratara o estuviera comprando unas habas.

Mientras estaba en la sala de espera se me representó, a la altura del “triatge”, un mostrador a lo Ryanair, con una cola para los VIPS y otra, para los pringados que llevan una maleta pequeña por no pagar más.

Y en medio de mis ensoñaciones vi llegar a dos familias de inmigrantes sudafricanos con sendos niños pequeños. Los ojillos blancos de ambos entre el negror de su piel eran lo más tranquilizador de una sala llena de temores. La niña se agarraba con fuerza al padre; el niño, de la otra familia, al biberón. Ni lo tomaba ni lo soltaba. Los ojos se le cerraban de sueño pero su asidero era su biberón con apenas un dedo de leche.

Entonces me di cuenta de que yo, al menos, tenía una VISA en el bolsillo. Que podría quedarse temblando si tenía que pagar silla, ambulancia, pruebas y hasta sillón de acompañante, como en Cataluña, pero podría, aun con todo. En cambio no sé si podían decir lo mismo mis compañeros de sala y sobre todo los más débiles de la sociedad. Al final no hizo falta pero no sé si me alegré más por mí o por el niño del biberón.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.