Si las revistas Elle, Vogue o Vanity Fair hubieran retocado una foto de Elton John cogido de la mano de su novio para que pareciera novia, no solo hubieran hecho el ridículo sino que se hubieran arriesgado a que los colectivos gays hubieran puesto el grito en el cielo acusándolas de homófobas.
Tendrían razón. Es una estupidez hacer pasar por novia al novio de Elton John. Respondería esa actitud a una mentalidad caduca, rancia y falseadora de la verdad. Impropia de una revista que se dice moderna.
Sin embargo, las tres revistas se comportan así cuando se trata de una actriz negra que pesa más de 100 kilos. No sé qué es más irritante para quienes pretenden marcar tendencia en las revistas: si el hecho de que la actriz Gabourey Sidibe, protagonista de Precious, no sea blanca o que no sea delgada.
El asunto se plantea a partir de un número especial de la revista Elle por su 25 aniversario. Por mí, no cumplirían los 26.
Para celebrarlo han hecho cuatro portadas con actrices. Tres de ellas son blancas, estilizadas y monísimas de la muerte. Pero una es gorda y negra. Debería decir ‘afroamericana’ pero el problema, para Elle, no es que sea afroamericana sino que es que es negra. Muy negra. Como suena. Eso explica que le haya retocado el tono de la piel hasta aclararla y que no haya querido sacarla de cuerpo entero, como a las demás, para que no se vea lo gordísima que está.
Elle no es la única ni la más reacia a aceptar que, del mismo modo que hay distintos tipos de inteligencia y gustos, puedan existir distintas percepciones de la belleza. Por ejemplo, que entre los negros hay guapos y menos guapos. Como entre los blancos, amarillos o ‘coloraos’.
Lo de retocar para que en lugar de 136 kilos parezcan 90, me parece mal pero tan mal como aumentarle la talla de pecho a otra. Sin embargo, lo de la piel es indignante.
Lo primero procura ofrecer una mejor imagen. Es un procedimiento discutible pero comprensible. ¿Pero aclarar el negro? Eso solo indica una cosa: que para ellos la belleza es blanca.