Conozco a muchos padres y madres que en los últimos días de agosto y primeros de septiembre empiezan a acostar antes a los niños; evitan que se queden hasta tarde viendo la tele a pesar del calor que hace; comienzan a regular más sus horarios de comidas y cenas, en una palabra, se esfuerzan por hacer que el niño vuelva a su normalidad y su rutina.
Lo hacen –dicen- para que el chaval, que ha vivido libre y casi sin horarios en tiempo estival, se vaya aclimatando de nuevo a la disciplina escolar. Es un modo tradicional y nada estandarizado de eliminar el “estrés postvacacional” que, entre los más pequeños, puede resultar traumático.
Por eso propongo que los diputados de les Corts Valencianes vayan yendo por allí poco a poco; que sus papás y mamás les empiecen a despertar cada día más pronto; que ya no salgan a su libre albedrío, con ganas de jugar con los amigotes, sino con la obligación de hacer deberes y estudiar hasta tarde. Se acabó el recreo y toca trabajar.
Lo digo para que no se me vayan a estresar después de tanto relax, que eso es lo malo de las vacaciones, que van interrumpiendo constantemente la marcha y a los críos cada vez les cuesta más. Así que, desde mañana, nada de ver la tele hasta las tantas ni de pasarse la tarde jugando al balón.
Sufro por los diputados. ¿Quién no lo haría? Llevan desde antes de Navidad sin plenos ni comisiones y ahora de pronto deben volver. ¡Negreros que son algunos! Las criaturas pueden estar ahora mismo, mientras lee esta columna, padeciendo estrés postvacacional solo de pensar en meterse de nuevo entre cuatro paredes para asistir a los tediosos plenos y reuniones. ¿Acaso no lo estaría usted si tuviera que trabajar, de sol a sol, en un mullido sillón, con preceptivos descansos, comidas baratas y gastos pagados? Yo, solo de pensarlo, me acongojo. Solo les falta cobrar un plus de peligrosidad por el riesgo de tirones musculares de tanto picar piedra.