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María José Pou

iPou 3.0

Vuelve el ayuno

En nuestra sociedad opulenta habíamos perdido la práctica del ayuno. Hasta hace poco, muchos solo habían oído hablar de ayunos a las abuelas por Cuaresma o a los musulmanes, por Ramadán. Sin embargo, hoy en día no es tan difícil conocer a gente que se va a la cama con hambre.

Es lo mismo que sucede en un mundo en el que conviven el exceso de recursos que acaban desperdiciados en la basura y la carencia de lo más básico. Una de cada ocho personas se va dormir con hambre, según Manos Unidas.

Por eso no parece descabellado retomar la vieja costumbre del ayuno. No lo digo por razones religiosas –allá cada cual- sino por pura solidaridad con quien nada tiene. De hecho, hoy se cumple medio siglo desde que Manos Unidas comenzara a celebrar una jornada de ayuno para sensibilizar y ayudar a quien busca que el sueño le haga olvidar el vacío del estómago.

Son cincuenta años en los que miles de españoles se han unido a ese vacío. Se podrá argüir que el ayuno de uno mismo no da de comer a quienes padecen hambre pero aproxima a la sensación de necesidad. Ya sé que es muy limitada porque sabemos que ese ayuno tiene un final y que, además, puede ser tan incongruente como un almuerzo opíparo.

Sin embargo, el objetivo no es pasar un día malo sino tomar conciencia de que todos los días pueden ser igualmente buenos con menos; de que no es necesario comprar tanta comida para descartarla luego; de que podemos reajustar nuestros deseos como se reajusta un presupuesto en tiempos de crisis.

Y lo que es más importante, tener presentes a quienes no pueden comer a diario. Yo suelo visualizarlo con una madre que no pueda dar a sus hijos un vaso de leche antes de dormir. Me parece insoportable.

Que eso siga ocurriendo y no nos importe dice más de esta sociedad que sus primas de riesgo y sus índices macroeconómicos. Con todo, aún somos una sociedad opulenta en la que comemos varias veces al día. Otros, ni siquiera una.

Enviado desde N 3, Burkina Faso.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.


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