Hace tres años entendí lo que suponía el hijab para muchas jóvenes en Occidente. Sucedió en Oxford Street, en el corazón de Londres. Yo andaba por la calle y delante de mí iba una joven que no habría cumplido aún los 20. Llevaba la cabeza cubierta con el ‘velo’ o ‘pañuelo islámico’ pero también unos pantalones pitillo tan ajustados que era imposible imaginar cómo se los ponía o quitaba.
Aquella incoherencia me dio una pista para entender el uso del velo entre adolescentes, un nuevo enfoque para aprender a interpretar más allá de lo evidente.
Yo, hasta entonces, tenía muy clara la vinculación entre pañuelo y sumisión. No me gustaba ver a una mujer andar detrás, no al lado, del marido y cubierta para que nadie la mirara. Sin embargo, ése no era el caso de la chica de los pantalones ajustados.
Quizás los de su comunidad religiosa no vieran adecuado que combinara pantalones pitillo y velo pero aquí lo interesante es aprender qué significa el velo pues ahí es donde quizás nos estamos equivocando en Occidente. Para algunas mujeres puede que todo se explique en la sumisión, una actitud que razonablemente Europa no quisiera para ninguna de sus mujeres, pertenezca a la religión que pertenezca. Por eso cuando se compara con la toca de las monjas, no resulta justo para éstas el símil. La diferencia radica en la voluntariedad y plena conciencia al elegir taparse la cabeza. Por eso nos escandaliza que una adolescente o una niña lleve velo y lo justifique en su propia voluntad. Nos hace sospechar que no es tan libre la decisión.
Sin embargo, hemos de aprender que quizás sí lo es y, lo que es más importante, esa decisión no tiene necesariamente un carácter religioso. Eso es lo que yo intuí en el caso de la chica londinense.
El velo para ella, como para otras jovencitas nacidas ya en Occidente, es un modo de distinguirse, de hacerse diferente, de reivindicar una pertenencia a otra cosa. Tal vez no tenga un sentido religioso sino que sea únicamente una identificación con su cultura como modo de reafirmarse, algo necesario en la adolescencia.