Yo, de mayor, quiero ser Bárcenas. Exactamente él, no, que una fue educada en un colegio de monjas y no hace “peinetas” ni a los idiotas que se le cruzan por la carretera poniendo en riesgo su vida. A esos les dedica el gesto del índice sobre la sien. Es más fino y sobre todo mucho más explícito; no dice “que te den”, que resulta feo y hasta puede que gustoso, sino “te falta un hervor”, que alude a un déficit cognitivo mucho más preocupante y en nada favorecedor.
El tipo no me motiva lo más mínimo pero sí su forma de amasar una “pastuqui” guapa y poderosa. Creíamos que 22 y ahora resulta que hasta 30 millones llegó a tener en Suiza; nunca menos de 10.
Dice que no hay nada ilegal en eso pero a mí me gustaría saber cómo se puede lograr esa fortuna legalmente. Creo que a la Audiencia Nacional, también. No es que yo tenga prejuicios respecto a los ricos. Los hay que de familia y de buenas inversiones se han hecho millonarios pero lo que me parece complicado es ser tan hábil en los negocios y dedicarse laboralmente a ser tesorero de un partido.
¿Para qué trabajar si uno tiene tanta capacidad de obtener dinero? Lo extraño es que sus artes no las empleara para que el partido, en primer lugar, y el país, en segundo, obtuvieran pingües beneficios que se tradujeran en mejoras para todos.
Los malpensados creen que el proceso fue justo el contrario, es decir, que sus habilidades las puso al servicio de su enriquecimiento a costa del partido (es un decir) y, sobre todo, del erario público.
Eso explicaría que un mago de las finanzas se quedara en cajero de un partido político.
No seré yo quien lo dude pero, en el mejor de los casos, cabría preguntarse cómo un partido coloca de tesorero a alguien que no tiene un modesto sueldo perfectamente rastreable por Hacienda. Está bien publicar ahora las declaraciones de Rajoy pero mucho antes debían haber pedido las suyas a quien manejaba las finanzas del partido.