Lo contundente es el hecho, no la palabra. Contundente es “te odio” o “estás despedido”, pero no es un problema del verbo sino de su utilización, tono y sentido. No es el signo sino el significado lo que hace que sea tan duro.
Por eso los políticos tienden a disfrazar una realidad espantosa con envoltorios retóricos y hablan de “efectos colaterales” para referirse a víctimas inocentes o “ajustes presupuestarios” cuando de lo que se trata es de recortar partidas.
El último caso de ese lenguaje políticamente correcto es el que conocimos ayer en el Gobierno de Castilla-La Mancha que ha ordenado no utilizar la palabra “desahucio” o “desalojo” en unos casos de viviendas sociales con impagos. Aunque luego ha aclarado que no van a tirar a nadie hasta averiguar si hay fraude o verdadera necesidad, la rectificación ha sonado a respuesta asustada ante la contundente reacción social. Ésta, sí, contundente.
Me pregunto cómo se le puede decir a una familia que va a ser desalojada y perder su casa sin apelar a que van a salir de la vivienda que habitan y quedarse en la pura calle. De hecho, estoy deseando conocer las columnas salomónicas de la verborrea política capaces de una ocurrente retorsión con tal de no decir pero decir y que no se entienda lo que sin duda ha de entenderse.
Yo propongo advertir del particular, con una lira, diciéndole a la familia, si es posible con música, que en breve su mundo y sus fronteras cambiarán/nunca más límites ni muros tendrán/conocerán la realidad del planeta entero/que mirarán, con ilusión, desde un nuevo agujero. O sea, lo que viene siendo “dormir bajo un puente”, pero con tal grado de adorno, querubines haciendo coros y políticos animando al protagonista a conquistar nuevas fronteras, que hasta apetece participar en la “patada y se acabó”, en boca de los “supertacañones”.
Estoy segura de que se refiere a esto Cospedal. Que encima crean que lo hacen por su bien.