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María José Pou

iPou 3.0

Oligarquía contra democracia

Menos mal que las agencias de calificación de riesgos no incluyen al Vaticano entre sus evaluados. Si así fuera, imagino a los cardenales eligiendo Papa con el temor de que Fitch rebajara la consideración de su renta al “bono basura” al no gustarle el nuevo inquilino del Palacio Apostólico.

Es, en realidad, lo que ha sucedido en Italia. A la agencia no le parece bien lo que ha salido de las urnas y lo penaliza. Toda una lección de oligarquía, como perversión de la aristocracia, que dirían los clásicos. Solo algunos son válidos para el gobierno, justo aquellos que nos marcan los vampiros inversores, es decir, aquellos que permiten seguir exprimiéndonos o aseguran que no habrá demasiadas trabas para seguir haciéndolo.

No es que me parezca bien el resultado electoral italiano. Encuentro que es difícil el gobierno; que es una respuesta a la crisis y, por tanto, permite personajes como Grillo o el retorno de Berlusconi y que no es el mejor para la estabilidad de las bolsas. Ahora bien, es el que han querido los italianos.

Sin embargo, nos encontramos con un “castigo” a nuestros vecinos o una indicación de que deberían corregir el “error”.

Con ese planteamiento, es posible que las agencias hubieran aplaudido la llegada de Hitler al poder. ¿Es eso un criterio?

No ignoro que una valoración positiva nos sitúa en el top de la economía mundial. De hecho, hemos de reconocer que España no se ve sacudida por sustos de ese tipo desde hace meses, posiblemente desde que empezaron las reformas de Rajoy. Ahora bien, aplaudir la situación, aunque nos beneficie, significa aplaudir que nos amputen un dedo y no la mano. Eso sería un triunfo cuando no hay otra solución pero si el brazo estaba sano y lo que estaba estropeado era el aparato de rayos X, ¿qué razón hay para alegrarse del cambio?

Así estamos. Convenciéndonos de que el daño es el menor posible, dada la gravedad cuando lo urgente es un cambio de modelo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.