Yo diría que Dios no ha llamado a Mª Dolores de Cospedal por la senda de la predicación. Ya sé que muchos me dirán que ni por ésa ni por otras, pero no soy quien para juzgar su religiosidad ni tengo por qué. Solo constato que si fuera hombre no lo imaginaría entre los dominicos. Por mucha mantilla que se ponga y mucha procesión que acompañe.
Cada vez que la oigo hablar me produce fastidio. Así como los hay que me entretienen, otros que me dejan atónita, algunos que me enervan y unos pocos que me hacen reír, ésta me da dolor de muelas.
Supongo que a los convencidos les reafirmará. Y a los enemigos, también. Yo, como no me englobo ni entre los primeros ni entre los segundos, no le veo ninguna habilidad oratoria especial. Antes bien, diría que está más cerca de ser bocazas que Cicerón. A su tendencia a “meterse en jardines” me remito.
El último, sin ser un jardín florido, era un poco primaveral. Me refiero a sus palabras de ayer, tan inflamadas que no eran convincentes, sobre la vocación de servicio a los ciudadanos.
Ya no entro en si se han aprovechado o no de nosotros. Es evidente que sí, al menos algunos y al menos, con cierta condescendencia de otros. Pero no pienso en los sinvergüenzas que damos por hecho. De esos no hay más planteamiento que hacer que dejar actuar a la Justicia.
Pienso en los demás, en esa mayoría honesta a la que ella se refería y que probablemente exista. Eso sí: en pequeños ayuntamientos, más que en grandes puestos.
Al margen, pues, de las corruptelas, ella decía que el PP va a escuchar a los ciudadanos. Y añadía: “no de pose, sino de verdad”. Esa soflama es la que me puede. Ese intento por convencernos de que nos escuchan.
Es verdad que les interesa lo que pensemos pero siempre en modo Gallup, o sea, como a un publicitario que quiere vendernos un coche. Para colarnos el mensaje. No es ni pose. Es pura táctica. Que les importe es harina de otro costal. O costalero.