Mientras España reduce su ayuda al desarrollo, según la OCDE, en un 50%, Madrid acoge una cumbre de Naciones Unidas sobre el hambre. El hambre. Esa realidad perenne que no terminamos de creernos. Como siempre la hemos visto en niños africanos llenos de moscas que pueblan las televisiones en reportajes cada vez menos frecuentes, nos parece que andan lejos y embarcados en situaciones sociales de las que no somos responsables.
Sin embargo, lo somos. Lo somos en la medida en que sabemos de su falta de recursos y de gestores que los destinen a paliar las necesidades urgentes; de la carcoma de la corrupción que invalida casi todos los esfuerzos hechos desde Occidente; del mantenimiento en el poder de sátrapas que se aprovechan de ellos, de su debilidad y de nuestra desidia o simplemente de su hambre sin que movamos un dedo.
Acabar con el hambre era una posibilidad cuando se definieron los Objetivos del Milenio que tienen su fecha tope situada en 2015, de ahí las reuniones que se están celebrando para revisar su vigencia. Entonces estaba lejos pero no parecía imposible. Los esfuerzos lograban avanzar un poco cada año y paso a paso era una realidad al alcance. Ahora, sin embargo, ni nos acordamos. Con la crisis, estamos tan pendientes de nuestro ombligo que nos daría torticolis levantar un poco la cabeza y mirar más allá de él.
Quizás hasta digamos que Europa cada vez acoge más hambre. No es incierto. Hay familias a las que el sueldo no les llega ni al día 15. Ayer publicaba un periódico italiano datos que hacían temblar. Casi un 20% de familias numerosas italianas solo conseguía estirar el sueldo hasta el día 10 y en torno a un 40%, hasta el 18. El resto, hace el milagro. O deja de pagar.
Pagar la hipoteca, la luz, el agua o la compra. Muchos eligen cada día y se encuentran con desahucios o cortes de luz.
Hay otros modos de pasar hambre, aunque no sea alrededor de un caldero lleno de arroz hervido en la sabana africana. La diferencia es que allí no hay plataformas de “STOP hambre” ni escraches y cámaras de televisión en la puerta. Allí mueren en silencio.