Rita no se lo explica y el concejal Aleixandre debe de estar calculando cuánto enjuagaría el déficit municipal si desecaran la Albufera definitivamente y montaran un fumadero de opio. El problema es que luego le acusen de contaminar un espacio libre de humos. Eso, y que la música de Bob Marley no pega con la vela latina de fondo.
La inquietud surgió cuando supimos que en la Albufera habían encontrado restos de ocho tipos de drogas: cannabis, cocaína, anfetamina o éxtasis están convirtiendo la vida de las anguilas en un fin de semana bakalaero sin fin. Con razón luego las pides y se te escurren. Llevan un colocón encima que no necesitan ni pimentón ni guindilla; ella están ya sabrosonas y picantonas al natural, tal como salen del agua. Un caldo de lo más sustancioso.
Tanto es así que han cambiado el nombre a ‘la ruta del bakalao’ y la han rebautizado, por deferencia gremial con el Señor del Pil-Pil, como ‘la ruta del colocón’. Ya lo estoy viendo: la cigüeñuela común bailando bajo la luna creyéndola una bola discotequera y pidiendo más farlopa mientras el samaruc entra y sale del agua al grito de «¡que rule ese peta!» En una palabra, un macrobotellón perpetuo bajo las apacibles aguas de nuestro emblemático paraje natural.
Dice la alcaldesa que van a investigar el origen. Yo no movería mucho las aguas -nunca mejor dicho- no sea que Corleone Coll Vert esté ejerciendo de capo del negocio y vayamos a tener un disgusto municipal de primer orden.
También pide tranquilidad y que no nos alarmemos los ciudadanos. No sé por qué lo dice. ¿Hay alguien alarmado? Yo no solo no me inquieto sino que estoy de lo más divertida. Es más, estoy pensando seriamente pedir mesa un día de éstos, no se vaya a poner el Palmar de bote en bote, con tal de flipar con un platito de all i pebre.
Reconozco que con las delicatessen de sus arroces y pescados flipo siempre pero lo recuerdo. En esta ocasión, me refiero a flipar de verdad, superhappy y sin recordar nada al día siguiente. Claro que entonces no sé si merecería la pena.