A años luz. Saritísima estaba a años luz de la Dama de Hierro pero la vida ha querido que las despidamos al mismo tiempo. Tenían algo en común, eso sí: la capacidad de ser protagonistas por ellas mismas, no por su pareja. Y eso, en los años en los que fueron sus épocas doradas, ya es mucho decir.
Tradicionalmente a las mujeres se nos ha juzgado por un rasero distinto al del hombre. No hay más que recodar a la pareja española más hollywoodiense, la formada por Penélope Cruz y Javier Bardem. El desembarco en la meca del cine tuvo muy distinta valoración desde España. En cuanto a ella se la relacionó con Tom Cruise, todos sus esfuerzos anteriores por formarse y trabajar se esfumaron en la memoria colectiva. Ella había llegado allí, consideran aún muchos, por saber con quién liarse. En cambio Javier, por su altura profesional.
Con la política lo hemos visto -aún hoy- en muchos casos. No niego que hay algunos que invitan a pensar en él antes que en ella. Hablo de Clinton o de Kirchner. Sin embargo, ¿quién puede afirmar que no son ellas las que han renunciado antes por dejarles pasar a ellos? Lo digo más por la norteamericana que por la viudísima de América. Hillary ha demostrado más talento y seriedad que su compañero, pero fue él quien llegó a la Casa Blanca y ella quedó en el camino.
Con Thatcher, en cambio, las cosas fueron muy distintas. Se le podrán reprochar muchos errores e incluso el estilo completo de gobierno pero no se puede negar que fue capaz de hacer presente a la mujer en un entorno masculino, aunque sus trajes de chaqueta mantenían un tono varonil que no se rebajaba con el cardado.
Es el problema que aún arrastra el género femenino. Cuando quiere dar imagen de seriedad se calza un traje de chaqueta, que no es más que una adaptación del traje de hombre a la mujer, y un portafolios. O sea, rebaja su feminidad. ¿Han visto alguna ejecutiva con un corpiño explosivo o con una maxi minifalda de color chillón? Si lo intentara, se le consideraría impropia y su valía profesional se pondría en entredicho aunque su estilismo nada tuviera que ver con sus tareas.