Debe de dar algo de susto vivir en una ciudad tomada por la policía, el FBI y algún presunto terrorista checheno capaz de hacer volar todo a su paso, según dicen los investigadores.
La vida en Boston en los últimos días, pero sobre todo en las últimas horas, es un infierno escuchando las recomendaciones de la policía: “va fuertemente armado”, “no salga de casa”, “no abra la puerta si no es la policía…”. Es un estado de sitio en toda regla, aunque esté justificado para encontrar y neutralizar al segundo autor de la matanza. Quien dice neutralizar dice abatir. Y he de admitir, manque me pese en el alma, que al saber que habían acabado con uno de los salvajes que hizo esa atrocidad me alegré secretamente. Me repugna haberlo hecho sobre todo sin saber si era autor del crimen pero admito mi culpa en público y espero así redimirme. Pienso en los pobres inocentes que solo querían pasar un día de fiesta en torno a una carrera popular y participativa y se me encoge el estómago.
Lo que me llama la atención de todo el caso es que sean chechenos. No porque no pueda ser posible. Sin duda, lo es. Incluso, aun siendo extraño, puede ser que compren ollas Fagor de fabricación española. ¿Quién no se ha encontrado con un vecino checheno comprando gomas para la olla porque la que tiene deja escapar el vapor?
El problema es que una se ha hecho malpensada con los años y en esto de la guerra sucia, de los servicios secretos y de los envenenamientos sorprendentes en Londres de empresarios rusos, nada que tenga que ver con el zar Putin me parece casual.
Motivos para pensar que hay chechenos con ganas de sangre repartidos por el mundo supongo que los hay pero tratándose de Putin también los hay para creer las hipótesis más inverosímiles. En esto, como en los crímenes clásicos, cabe preguntarse ¿quién se beneficia con ello? Se me podrá decir que con la muerte de un niño de 8 años resulta vomitivo pensar en beneficios pero nada mejor que un ataque en EEUU para ver reforzada una guerra contra la república más rebelde del Cáucaso. Supongo que tendré que confesarme también por esto.