Más de un político europeo esta mañana se habrá dirigido a su despacho teniendo a los colegas italianos en medio del alma. Por mucho que quiera rebajarse la significación de lo sucedido ayer a las puertas del Palacio Chigi, el tiroteo contra los políticos deja los escraches, que tanto nos preocupan en las últimas semanas, en meras rabietas.
Como en otras ocasiones, las especulaciones sobre las causas del suceso van desde el acto terrorista al trastorno mental, lo que no beneficia en ningún caso a los enfermos. Por eso preocupa que la posibilidad más inquietante incremente su probabilidad conforme se conoce quién era y qué pretendía el autor.
Las explicaciones sobre la situación personal del homicida aumentan el riesgo futuro. Si es cierto que había perdido su trabajo, su casa y su matrimonio, el manejo de la variable “desesperación” genera dos efectos peligrosos: por un lado, nos invita a “entender” el acto violento. Por otro, a copiarlo.
El primer efecto es casi inevitable. ¿Cómo no sentirse conmovido por una historia de fracaso personal agudizada por una crisis feroz de la que el protagonista hace culpables a los políticos? Sin embargo, no debemos olvidar que, aunque no le falte razón al buscar responsabilidades en los gestores públicos, la solución e incluso la atribución de culpas nunca puede llevar a coger una pistola.
El segundo efecto estará ya ocupando a los que se encargan de la seguridad en todo el continente. El efecto contagio puede ser una realidad terrible. Por eso cuando ayer escuché al alcalde de Roma referirse al “clima (político) de los últimos meses”, sentí un cierto escalofrío. Es cierto que, allí, la desestabilización política tras dos meses de bloqueo se ha sumado a los problemas económicos. Sin embargo, no es el único ni el peor caso de una opinión pública ahogada y cansada. La nuestra, sin ir más lejos, tiene motivos para repudiar a muchos de sus políticos.
Conviene, pues, censurar lo ocurrido sin excusas ni empatía con el protagonista. Se lo debemos a los dos policías, la mujer herida y los políticos. Aún con todo.