Cuando Jesús Posada lea mi columna dirá que saco las cosas de quicio. Eso es lo que ayer espetó a quien le proponía que los cubatas del bar del Congreso no tuvieran precios subvencionados.
Y, en efecto, me propongo sacar las cosas de quicio. Y para ello me remonto al principio: ¿por qué los diputados pagan menos por un café o un bocadillo en el bar de las Cortes que los ciudadanos en cualquier bar de la esquina? Entiendo que se hiciera si no cobraran. Cuando uno hace un servicio público y no recibe nada a cambio, es justo que, al menos, no le cueste dinero. No es el caso. Los señores diputados cobran y cobran muy bien. No veo, pues, razón para que no puedan pagar sus cafés o sus sándwiches.
Pero daré un paso más. Demos por hecho que, en ocasiones, los diputados se ven obligados a permanecer muchas horas en su lugar de trabajo (sic) y, por ello, deben procurarse ciertas viandas. Yo les subvencionaría el táper pues si presumen de ir en bicicleta ¿por qué no de comer en táper?
Es cierto que, a veces, deben comer o tomar un pincho con un invitado para llegar a acuerdos. Que un diputado ofrezca a su invitado pinchar croquetas de cocido de su propia fiambrera no es elegante.
Así, pues, convengamos en que necesitan un lugar donde comer incluso a cargo del erario público. Ahora bien, tomar un tentempié o algo ligero para continuar la sesión del Congreso no obliga a meterse un whisky o un gin-tonic entre pecho y espalda. Quien dice uno, dice cuatro. ¿Por qué, pues, sus cubatas cuestan tres euros y medio cuando al resto de los mortales nos cuestan algo más? ¿Es necesario para su trabajo?
Estoy sacando las cosas de quicio, señor Posada, sí. Y lo hago porque los españoles cada día deben pagar más cosas de su bolsillo y ven cómo las subvenciones de libros de texto, de recetas médicas o de sillas de ruedas se recortan en nombre de la austeridad. ¿Son más importantes los gin-tonic de sus señorías que las pastillas para la tensión de mi madre? Ni siquiera han tenido la indecencia de reducir esos privilegios y “venderlo” como un logro. Ni vergüenza ni conciencia.